Willy acababa de finalizar su investigación como mendigo en Torrejón de Ardoz. Había terminado de una forma un tanto perturbadora.
Estaba con Sall. Eran las diez de la noche. Todavía seguía saliendo gente de la estación de cercanías deseosa de llegar a sus casas una vez finalizadas sus jornadas laborales. Ambos estaban sentados, casi tumbados, en la acera de la estación de autobuses.
Sall era marroquí y a pesar de este hecho, su conocimiento del español había sido asimilado por completo. Conocía a la perfección el idioma y solo se le notaba un ligero acento.
-¿Ves a esos tres que están en el centro de la plaza? Dijo Sall.
-Sí, los he visto varias veces.
-Ha llegado el momento de desaparecer.
-¿Qué quieres decir? Willy no entendía esta aseveración.
-Escucha, Amigo. Sé por quién preguntas y quién eres. Sall se levantó y su pose de mendigo adquirió un extraño rango de dignidad que hasta ese momento Willy creía que no existía. Estaba completamente erguido, dejando de parecerse a alguien que hubiera sufrido la mendicidad durante mucho tiempo.
-¿Cómo sabes quién soy?, preguntó Willy extrañado, levantándose al mismo tiempo.
-Escucha, Amigo. Es el momento de separar nuestros caminos. Ten cuidado. Hay poderes más allá de tu comprensión. Si preguntas por Antonio, te responderé lo siguiente: ¡Pregúntale a tu Dios!
-¿Cómo? Willy no se explicaba lo que estaba sucediendo. Tenía en alta estima a Sall, considerándole una persona culta y educada.
-Amigo, pregúntale a tu Dios dónde está Antonio. Protege a tus seres queridos porque te vas a enfrentar a personas muy poderosas. Yo ya perdí a mi mejor Amigo, a Hall. Y no quiero saber si también voy a perderte a tí. Es mejor que desaparezca y que tú finalices tu investigación y te olvides de todo. Hay poderes más allá de tu comprensión.
Willy se quedó mirándole, sin decir nada, como paralizado. Pocas veces se había encontrado con un caso en el que no hubiera podido decir nada. ¡No sabía qué decir! y era una sensación que no le gustó nada. Ambos estaban enfrente el uno del otro. Sus cabezas a escasos treinta centímetros.
-¿Ves a esos tres? Llevan vigilándote desde hace mucho tiempo. Ya saben quién soy. He de despedirme. ¡Adiós Amigo mío!
Y Sall, rodeando el edificio de la estación de autobuses, desapareció. ¡Al igual que Antonio!
-¿Qué demonios?, se preguntó Willy, que volvió a sentarse en la acera. Empezó a pensar en todo lo que estaba ocurriendo.
Un ingeniero industrial colegiado en el COIIM decide estafar a su cliente haciéndole dos proyectos industriales, el 200417373 y el 200417617. A la instalación efectuada no se le darían los permisos según el informe del Organismo de Control Autorizado. Antonio fue a reclamar al Colegio Oficial de Ingenieros Industriales y el Jefe del Departamento de Visados le dijo que el proyecto 200417373 estaba mal, que había que hacerlo nuevo y que pidiera Amparo al Secretario del COIIM.
Antonio pidió Amparo por escrito y el COIIM le respondió que para solucionar el problema, el COIIM le instaba a contratar a otro Ingeniero Industrial Colegiado del Turno de Oficio para que le hiciera las correcciones necesarias al proyecto, si es que éstas fueran precisas, es decir, que el proyecto 200417373 es posible que no necesitara ninguna corrección.
Claramente, esta era una decisión injusta a sabiendas de que era injusta. El COIIM, tan Ilustre Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, había prevaricado contra un ciudadano, amparándose en su posición de poder y conocimiento, dando muestras de un delictivo Corporativismo. Antonio se arruinó después del grave incendio que se produjo en el taller y posteriormente averiguó gran parte de la verdad: que el COIIM y la Junta de Gobierno, así como otros responsables del COIIM, había cometido varios delitos penales, siendo uno de ellos la prevaricación.
Antonio mandó varios Burofax, como el NB00004640141 y el NB00008455121, que no fueron contestados por el COIIM. ¡Les pilló con las manos en la masa! Antonio se había convertido en un mendigo, con una grave enfermedad y una más que probable depresión de caballo según se desprendía de su Diario. Se personó en el COIIM y fue declarado "persona non grata", independientemente de que le comunicaran que había sido denunciado por dicho Colegio Profesional.
Había conocido a Sall y Hall según constaba en su Diario. Y antes del juicio con respecto a lo acontecido en el accidente del taller y los muertos que hubo, su vivienda se incendió y Antonio desapareció. Posteriormente, gran parte de las personas que tuvieron algún tipo de relación con el caso, fueron falleciendo. Unas asesinadas y otras en extrañas circunstancias, accidentes de coches e incendios de sus viviendas. Hall fue uno de los que murieron.
Los datos eran concluyentes. ¡Solo Antonio podría proporcionar claridad a todo!
Y según Sall, Willy debía preguntar a Dios dónde estaba Antonio. ¿Estaba muerto? Era imposible porque habían sido halladas muestras de ADN que hacían presagiar que ¡Antonio se había vuelto loco y había decidido tomarse la Justicia por su mano! Todo aquel que tuvo algo que ver con el caso murió en extrañas circunstancias o fue asesinado.
Willy se levantó y se marchó a casa. Proseguiría buscando a Antonio en otros sitios, como en el Aeropuerto de Barajas y en la zona centro de Madrid.
"En parte, la presente video-novela (3ª parte) está basada en hechos reales. Sus documentos gráficos así lo demuestran, no habiéndose modificado alguno. Los cargos que aquí se nombran también son ciertos, no así los nombres de las personas, que han sido cambiados para preservar su dignidad y honor."
Definición de Prevaricación según la RAE: Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario.
Definición de Prevaricación según Antonio: ¡Ahí va! ¡Serán delincuentes!
viernes, 27 de marzo de 2009
La Prevaricación del COIIM (VII)
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